De Enfermedad y mente P2.

 

En el capitulo inicial de esta serie de articulos pudimos vislumbrar, sucintamente, hasta donde podemos confiar en las ciencias de la conducta, desde la parte más biológica a la más conductual, pasando por el amplio espectros y perspectivas pues todas tienen conocimiento que aportar. Y vimos que ese conocimiento es grande, enorme, pero que aun con todo eso no hemos más que avistado una estrella lejana sin llegar a ver la infinidad de galaxias que duermen en lo desconocido.

 

Enfermedad y mente segunda parte

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Voy a centrarme durante esta segunda parte en lo que el ser humano ha hecho con el conocimiento, como ha tratado de normalizarlo y aplicarlo a lo que sería el “grueso” de la población  y como nuestro conformismo nos ha llevado, no en todos los casos pero si en muchos, a ver algunos profesionales (o no tan profesionales) que se han apoyado en algunos instrumentos de forma literal e inflexible y no se han preocupado en vislumbrar las particularidades que, precisamente, enriquecen cada caso y que pueden tener más peso en una patología que no lo que se ha dictaminado como mayoritario.

 

DSM-5_&_DSM-IV-TR

Mi crítica en la sobrevaloración de algunas herramientas, tanto a nivel formativo como ya profesional, la podemos resumir en tres letras:

DSM

El DSM es un manual compilado en EEUU, donde se realiza una especie de “traducción” de síntomas y signos a diferentes patologías.

Que quiere decir esto? Quiere decir que, por ejemplo, una persona sufre depresión si tiene ciertos síntomas y/o signos y no la sufre si carece de algunos y tiene otros, no solo eso, existen enfermedades comorbidas, en las que en ocasiones se “ignora” la menos importante y se tratan las causes superficiales sin verlo como un todo.

 

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Campana de Gauss ejmplificación de la estandarizacion y la generalización

Para ejemplificar la gravedad de la «estandarización» hablaré de algo tan “habitual” como la depresión: Una depresión puede tener infinidad de causas y aunque desencadene en unos síntomas o efectos similares, no tienen porque nacer de un origen ni tan siquiera similar. Esto parece algo “ilógico”, pues tenemos una conceptualizacion binaria (1 o 0, bien o mal…) educada en la matemática y en lo inflexible, es decir, dos y dos son cuatro, blanco y en botella… Pero la mente es todo lo contrario, es orgánico, adaptable, tremendamente flexible y extremadamente complejo, hablando del simil del 2 + 2 citado, pensemos que la respuesta puede ser 4, pero que si tenemos en cuenta los decimales puede ser 5, incluso, puede acercarse mas al 6.

Es facil encontrarnos a dos personas (doscientas? dosmil? dos millones?) en la consulta que cumplen, según el manual, los síntomas/patrones de una depresión grave, así que si seguimos “el procedimiento” para tratarlo las trataremos de forma igual o muy similar. Aqui hay que tener en cuenta que el DSM no «puede» valorar las diferencias personales, es una generalización y no evalua ni tiene en cuenta el origen. El DSM siempre es 4 cuando sumas 2 y 2.

Para quien no sepa que es una distimia, intentaré explicarlo sin extenderme en exceso: una distimia es un trastorno conductual similar a la depresión, se contempla como una enfermedad “menos grave” que la depresión, pues bien, sus síntomas son menos agudos, pero mucho más alargados en el tiempo. Digamos que una distimia duraría meses o incluso años, pero los efectos no son tan profundos como una depresión, la primera no evitaría que la persona fuese “funcional” y la segunda sí.

Y es que cuando se diagnostica una depresión se recetan psicofarmacos, si dicho tratamiento tiene efecto en un lapso de tiempo concreto, se considera una depresión,  si por el contrario los fármacos no tienen efecto lo deberiamos considerar distimia.

 

 

Un ejemplo con dos casos hipotéticos para lo anteriormente explicado:

 

Tenemos a Maria, una chica de 26 años, ella fue a la consulta y diagnosticada de una depresión, aguda. Se le recetan antidepresivos.

Tenemos a Marta, una chica de 30 años, salió de la consulta y visitas con el psiquiatra con el mismo diagnostico y medicamente que Marta.

 

Al pasar un año, Maria, está retomando su vida sobrellevando la depresión mientras que Marta continua estancada, los fármacos no parecen hacerle todo el efecto deseado, aunque si palian su ansiedad y le permiten continuar viviendo, aunque su sufrimiento es prácticamente el mismo.  Concluimos que María tiene una depresión aguda la cual ha empezado a superar, Mientras que Marta, en realidad, padece una distimia mucho mas apegada a su carácter que no a una enfermedad mental según el manual.

 

¿Podemos entonces confiar en la evaluación o el diagnostico del DSM?

Pensemos un poco que, actualmente, nos encontramos con el DSM-V, antes de el han habido otros, lógicamente, el III o el IV, no solo eso, tenemos revisiones de los mismos, como el DSM-IV-TR. Hay que tener en cuenta que de una versión a otra hay cambios, y eso puede dar mucho que pensar. ¿Como afectan estas revisiones? Por ejemplo, la homosexualidad era considerada como una desviación sexual hasta una revisión concreta y de «repente» dejo de considerarse como tal: Es decir, aquellos gays que un día eran considerados desviados sexuales, de repente, estaban curados y eran «perfectamente normales». ¿Qué hacemos con todos aquellos a los que hemos diagnosticado una patología y, en consecuencia, un tratamiento siguiendo el DSM y en la siguiente revisión nos lo cambian? ¿Qué hacemos con el efecto social por dicha categorización? ¿por la estigmatización provocada? Hasta que punto «es real» ese diagnostico? Hay que tener en cuenta que en el caso citado, el de la homosexualidad, el cambio en el DSM no fue provocado únicamente por temas cientifico-medicos exclusivamente, hubo una gran parte que nació de la presión social realizada por gente poderosa o influyente.

Esto nos debería hacer reflexionar sobre «que es» una enfermedad mental

(Continua en la tercera parte)

 

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