De Enfermedad y mente P2.

 

En el capitulo inicial de esta serie de articulos pudimos vislumbrar, sucintamente, hasta donde podemos confiar en las ciencias de la conducta, desde la parte más biológica a la más conductual, pasando por el amplio espectros y perspectivas pues todas tienen conocimiento que aportar. Y vimos que ese conocimiento es grande, enorme, pero que aun con todo eso no hemos más que avistado una estrella lejana sin llegar a ver la infinidad de galaxias que duermen en lo desconocido.

 

Enfermedad y mente segunda parte

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Voy a centrarme durante esta segunda parte en lo que el ser humano ha hecho con el conocimiento, como ha tratado de normalizarlo y aplicarlo a lo que sería el “grueso” de la población  y como nuestro conformismo nos ha llevado, no en todos los casos pero si en muchos, a ver algunos profesionales (o no tan profesionales) que se han apoyado en algunos instrumentos de forma literal e inflexible y no se han preocupado en vislumbrar las particularidades que, precisamente, enriquecen cada caso y que pueden tener más peso en una patología que no lo que se ha dictaminado como mayoritario.

 

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Mi crítica en la sobrevaloración de algunas herramientas, tanto a nivel formativo como ya profesional, la podemos resumir en tres letras:

DSM

El DSM es un manual compilado en EEUU, donde se realiza una especie de “traducción” de síntomas y signos a diferentes patologías.

Que quiere decir esto? Quiere decir que, por ejemplo, una persona sufre depresión si tiene ciertos síntomas y/o signos y no la sufre si carece de algunos y tiene otros, no solo eso, existen enfermedades comorbidas, en las que en ocasiones se “ignora” la menos importante y se tratan las causes superficiales sin verlo como un todo.

 

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Campana de Gauss ejmplificación de la estandarizacion y la generalización

Para ejemplificar la gravedad de la «estandarización» hablaré de algo tan “habitual” como la depresión: Una depresión puede tener infinidad de causas y aunque desencadene en unos síntomas o efectos similares, no tienen porque nacer de un origen ni tan siquiera similar. Esto parece algo “ilógico”, pues tenemos una conceptualizacion binaria (1 o 0, bien o mal…) educada en la matemática y en lo inflexible, es decir, dos y dos son cuatro, blanco y en botella… Pero la mente es todo lo contrario, es orgánico, adaptable, tremendamente flexible y extremadamente complejo, hablando del simil del 2 + 2 citado, pensemos que la respuesta puede ser 4, pero que si tenemos en cuenta los decimales puede ser 5, incluso, puede acercarse mas al 6.

Es facil encontrarnos a dos personas (doscientas? dosmil? dos millones?) en la consulta que cumplen, según el manual, los síntomas/patrones de una depresión grave, así que si seguimos “el procedimiento” para tratarlo las trataremos de forma igual o muy similar. Aqui hay que tener en cuenta que el DSM no «puede» valorar las diferencias personales, es una generalización y no evalua ni tiene en cuenta el origen. El DSM siempre es 4 cuando sumas 2 y 2.

Para quien no sepa que es una distimia, intentaré explicarlo sin extenderme en exceso: una distimia es un trastorno conductual similar a la depresión, se contempla como una enfermedad “menos grave” que la depresión, pues bien, sus síntomas son menos agudos, pero mucho más alargados en el tiempo. Digamos que una distimia duraría meses o incluso años, pero los efectos no son tan profundos como una depresión, la primera no evitaría que la persona fuese “funcional” y la segunda sí.

Y es que cuando se diagnostica una depresión se recetan psicofarmacos, si dicho tratamiento tiene efecto en un lapso de tiempo concreto, se considera una depresión,  si por el contrario los fármacos no tienen efecto lo deberiamos considerar distimia.

 

 

Un ejemplo con dos casos hipotéticos para lo anteriormente explicado:

 

Tenemos a Maria, una chica de 26 años, ella fue a la consulta y diagnosticada de una depresión, aguda. Se le recetan antidepresivos.

Tenemos a Marta, una chica de 30 años, salió de la consulta y visitas con el psiquiatra con el mismo diagnostico y medicamente que Marta.

 

Al pasar un año, Maria, está retomando su vida sobrellevando la depresión mientras que Marta continua estancada, los fármacos no parecen hacerle todo el efecto deseado, aunque si palian su ansiedad y le permiten continuar viviendo, aunque su sufrimiento es prácticamente el mismo.  Concluimos que María tiene una depresión aguda la cual ha empezado a superar, Mientras que Marta, en realidad, padece una distimia mucho mas apegada a su carácter que no a una enfermedad mental según el manual.

 

¿Podemos entonces confiar en la evaluación o el diagnostico del DSM?

Pensemos un poco que, actualmente, nos encontramos con el DSM-V, antes de el han habido otros, lógicamente, el III o el IV, no solo eso, tenemos revisiones de los mismos, como el DSM-IV-TR. Hay que tener en cuenta que de una versión a otra hay cambios, y eso puede dar mucho que pensar. ¿Como afectan estas revisiones? Por ejemplo, la homosexualidad era considerada como una desviación sexual hasta una revisión concreta y de «repente» dejo de considerarse como tal: Es decir, aquellos gays que un día eran considerados desviados sexuales, de repente, estaban curados y eran «perfectamente normales». ¿Qué hacemos con todos aquellos a los que hemos diagnosticado una patología y, en consecuencia, un tratamiento siguiendo el DSM y en la siguiente revisión nos lo cambian? ¿Qué hacemos con el efecto social por dicha categorización? ¿por la estigmatización provocada? Hasta que punto «es real» ese diagnostico? Hay que tener en cuenta que en el caso citado, el de la homosexualidad, el cambio en el DSM no fue provocado únicamente por temas cientifico-medicos exclusivamente, hubo una gran parte que nació de la presión social realizada por gente poderosa o influyente.

Esto nos debería hacer reflexionar sobre «que es» una enfermedad mental

(Continua en la tercera parte)

 

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Estupidez y Arrogancia

Hoy quiero hacer reflexionar a la persona que lea esto sobre algo muy curioso, e interesante: El estrecho vinculo que existe entre la estupidez y la arrogancia en el ser humano.

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Pondré en situación al lector; existe una serie, del canal de pago Netflix, llamada Por Trece Razones (OJO que haré algún spoiler, si no has visto la serie y quieres verla, puede interesarte saltarte el articulo). Esta serie trata sobre problemas de adolescentes y como la presión social, y diferentes tipos de agresiones, así como la percepción personal, pueden llevar a una persona a cometer actos que en un entorno estable serían impensables.

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Photo by Hannah Nelson on Pexels.com

El caso es que hace poco ha aparecido la noticia que Netflix, bajo la recomendación de los especialistas ha decidido eliminar la escena en la que muere la joven, en la que se suicida. Intrigado, me acerqué a ver las reacciones y reflexiones, así como los motivos de cada uno. Bueno, en primer lugar, decir que esta escena se ha eliminado DOS AÑOS después de que la serie viera la luz, puede que el “daño” que pudiese hacer, ya lo haya hecho.

Algunos, como yo, piensan que escuchar a los especialistas ANTES de emitirlo hubiera sido lo más coherente

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¿Y porque han actuado así en Netflix? ¿Honestamente? Permíteme ser desconfiado, malpensado… Creo que es una escena con un gran impacto, creo que es algo que “mueve” al espectador y que eso, quieras que no, es lo que buscamos cuando nos sentamos frente a un espectáculo de este tipo, que en un sentido, u otro, nos conmueva. Creo que los señores de Netflix conocían de las posibles “repercusiones” (el daño del que antes hablaba) de la emisión de esta escena, pero también conocían lo mucho que impactaría y como genera “revuelo en la cafetería del trabajo”, donde entre compañeros y/o amigos se comentará la serie y, de forma indirecta, se conseguirán mas subscriptores.

En este alarde repleto de desconfianza y sacando mi lado más conspiranoico me pregunto. ¿Porqué ahora, dos años después, eliminas esta escena? Bueno… Antes se hablaba mucho de esta serie, ahora… Cada uno que piense lo que quiera.

 

Pero lejos de estas “conjeturas” que deben entenderse como lo que son, posibilidades y opiniones, vamos por la segunda parte, más basada en hechos y datos:

La estupidez, expuesta como arrogancia a través de las redes sociales.

No solo eres un ignorante, si no, que alardeas de ello.

 

Tocaré el tema del suicidio, como anuncio desde el principio, y en este parágrafo entenderemos «el daño» del que hablaba desde el inicio, el daño que puede hacer emitir este tipo de escenas. Un apunte: ligado al tema del suicidio está la depresión ya que la mayoría de los suicidas son depresivos, por lo que podemos encontrar en la depresión la principal causa del suicidio.

¿Eres consciente que AL DIA se suicidan una media de DIEZ personas?

Los datos aproximados es que unas 3600 personas se quitan la vida al año y más de 8000 lo intentan. Ruego te vuelvas a releer estos últimos datos para entender la magnitud de lo que aquí estamos hablando.

Ahora bien ¿Tenías la más mínima idea de estos números? ¿Te imaginabas, ni de forma cercana, que tantas personas se quitaban la vida y más aun lo intentaban sin éxito? Lo más probable es que no, y, posiblemente, pensabas que apenas había suicidios. El motivo es que las noticias sobre estas muertes no se hacen públicas y, como hemos hablado en otros artículos anteriores, el ser humano es tan necio que cree que aquello que no conoce, no existe, no pasa.

Visto esto llega el segundo punto y, para mi, el más importante:

¿Porqué?

Me alegraría si este articulo consigue agitar tu “curiosidad” lo suficiente como, para después de leerlo, quieras profundizar y realmente conocer las causas que impulsan este silencio en los medios de comunicación, yo intentaré no extenderme así que, sucintamente, entenderemos que la motivación subyacente a la omisión de este tipo de noticias por parte de la prensa no es otra que, de publicarlas, se produce un aumento drástico de «réplicas». Es decir: Hablar de suicidios, provoca más suicidios, hablando de la forma más mundana posible:: El hablar de muertes por suicidio hace pensar a las personas que lo ven y que tienen ciertas ideas que, dichas ideas, “no son tan malas”, lo que acaba desencadenando en una oleada de suicidios.

 

Entendido esto, vamos al último punto:

Estupidez y arrogancia.

A raíz de la noticia de Netflix encontré algunos mensajes en las redes sociales que, por un lado, me indignaron y por otro me asustaron. Algún ejemplo:

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Como se puede ver aquí hay dos cosas muy curiosas: Las personas que realizan estas afirmaciones no tienen ni la más mínima idea de lo que hablan, ni de las repercusiones que pueden tener sus palabras. Tratan a los «especialistas» como contertulios del bar, que «opinan» sobre gustos y colores y menosprecian las asociaciones y los estudios que trabajan sobre la comprensión de la conducta y, más concretamente, la salud mental. ¿Acaso se atreven a discutir con un científico de la NASA de como estos diseñan y lanzan sus cohetes, califican dichos lanzamientos como actos frutos de opiniones subjetivas y un montón de azar al alcance de cualquier contertulio?

Lo más esperpéntico es que ni siquiera les importa o se han molestado en informarse de eso sobre lo que opinan: hablan sobre un titular, sin ni siquiera buscar información relacionada o que explique el porqué. De no ser así, de haberlo hecho, me parece una conducta más estúpida aun: ¿Quieren normalizar el suicidio entre los adolescentes?

Visto esto, ahora mira los “likes” que tiene cada uno de estos «twitteros».

20.000 personas le han dado «me gusta» a semejante necedad.

¿No asusta? Aquí podemos ver como las opiniones personales, subjetivas, sin fundamento, las creencias que nacen sin base, fruto de una experiencia propia que ni siquiera se entiende con concreción, tienen un calado superior en la sociedad que las opiniones de los especialistas, de aquellos que estudian la conducta.

¿Como podíamos calificar la conducta de estas personas que no tienen la mas mínima idea sobre el que y el porqué de la conducta humana y se dedican a juzgar y sentenciar públicamente, con arrogancia actos de los que ni siquiera se han preocupado en comprender?

Peligroso…

Si, es peligroso porque solo en estos dos comentarios podemos ver 20000 me gusta, de gente que está deacuerdo con ello, personas que ni se han cuestionado lo que estos sujetos dicen, ni porque lo dicen y lo han aceptado porque confirma sus creencias, porque protege su yo, puede que porque son ignorantes y se creen lo primero que cualquiera diga en la red social y, evidentemente, porque no se han molestado en cuestionar si esas personas tienen más conocimiento que el de los especialistas a los que cuestionan en sus twitts.

La ignorancia de las ideas subjetivas se expande como un virus cuando las aceptamos como verdaderas, la creencia, como una semilla, se planta en nosotros, da igual si es pura superstición, religión o fantasía, si no la cuestionamos, esta idea acabará floreciendo en nuestra mente para dejar de ser una creencia pasando a convertirse en un hecho.

 

De Enfermedad y mente P1.

Hoy en día utilizamos con ligereza el término «enfermedad mental», o «enfermo mental». Lo utilizamos como alguien afectado por algún tipo de embrujo o maldición que lo convierte en un desgraciado impredecible y, sobre todo, en alguien que se aleja de la norma, de la sociedad, del grupo, por lo que, es alguien difícil o a quien no vamos a poder «entender».

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Photo by Nathan Cowley on Pexels.com

Y si nos planteamos… ¿Qué es una enfermedad mental?

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Me hago esta pregunta porque resulta curioso como es tratado este tema, no solo en lo que se refiere a la estigmatización general-social existente, la estigmatización explicita y, peor, la implícita (por la cual nos decimos a nosotros mismos que no estigmatizamos aunque, si lo hacemos), si no también al enfoque que le dan los mismos profesionales que deben tratarla… ¿Cómo va a cambiar la sociedad la forma de ver y entender las enfermedades mentales, si aquellos que las estudian y conocen le dan un trato que, de una forma u otra, ayuda a que los profanos las estigmaticen?

¿Es esto una forma de tirar piedras sobre mi propio tejado? ¿criticar las ciencias de la conducta? Si, puede ser, pero la ciencia no avanza desde el conformismo, si no, de cuestionarse sistemáticamente; Algo que, como comentaré a continuación, no se si seguimos haciendo.

Para finalizar la introducción a las posibles perspectivas de lo «qué es» una enfermedad mental, comentar que la dualidad mente/cuerpo no existe, pues el cerebro es un órgano y es de donde nace la conducta, las cogniciones y emociones. Así que cuando hablamos de una enfermedad mental no nos estamos acercando a un dilema metafísico, espiritual o filosófico, si no algo que tiene su raíz en el cuerpo humano, como cualquier otra enfermedad. Por lo que si queremos hablar de enfermedades «mentales», tenemos que saber que es la mente… ¿Lo sabemos?

 

Sí y no.

 

Está claro que los avances en psicología y neurología son enormes; En los últimos tiempos la tecnología, especialmente las pruebas de imagen, nos llegan a permitir visualizar una imagen del cerebro con gran resolución espacial y temporal, lo que nos ayuda a encontrar correlaciones entre diferentes estados orgánicos y asociarlos a cogniciones, emociones o conductas.  Esta claro que no lo sabemos todo que aunque el conocimiento cientifico acumulado en neurociencias es enorme, parece que tan solo estamos empezando a rascar la superficie del vastísimo mundo que es la mente.

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Si nos paramos a pensar nos daremos cuenta que todo, absolutamente todo, lo que existe ha sido creado por nuestra mente, las explicaciones físicas o matemáticas, las normas sociales o culturales, el mundo en el que vivimos es una composición basada en la interpretación que da nuestro cerebro del entorno y en base a dicha interpretación, hemos creado un mundo que se adecué a nuestras necesidades primarias (y secundarias), hemos nombrado los objetos de nuestro entorno, le hemos dado un valor a los símbolos, a los signos, y vivimos en ese mundo «mental» compartido al que llamamos cultura el cual nos aporta un punto en común en el que desenvolvernos siguiendo unos valores y creencias. Como dije, toda la ciencia, arte o elemento vital, es una construcción de nuestra mente, es algo que obviamos, porque es sumamente cotidiano y se da por hecho, pero no por eso deja de ser complejo, sin ir más lejos ¿conocemos la complejidad que entraña que el lector este siguiendo estas líneas y convirtiendo estos símbolos, letras, en la pantalla en imágenes o frases en su cabeza? No solo la capacidad de hacerlo… si no, a la velocidad que lo hacemos.

 

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Hay que decir que, pese a ser el «elemento principal» de la existencia humana, el cerebro, la mente, ha sido relegada a un terreno más espiritual o religioso, tratado de forma paralela a la del resto del organismo, hay que pensar que hasta que Wundt fundó el primer laboratorio de psicología experimental (y no fue «temprano»: 1879 en Leipzig) nos encontrábamos totalmente dominados por la evaluación subjetiva de la filosofía, ideas basadas y obtenidas a raíz de experiencias personales, “contaminadas” por la cultura del filosofo en cuestión y alejado de lo que es la psicología hoy en día una ciencia de la salud, o una ciencia natural.

Ojo, no hay que tomarse esto como una crítica a la filosofía, pues la psicología ha bebido de ella en muchos aspectos y ha sido la raíz de infinidad de experimentos.

Así que nos encontramos con una disciplina realmente joven, en la que se han realizado una cantidad de avances impresionantes y que, a pesar de eso, todavía nos queda mucho por descubrir. No es de extrañar por tanto que, a pesar de que la literatura científica acumulada en más de 100 años sea notoria, la psicología, no haya tenido el “calado” que debería en la sociedad.

(Continua en la Parte 2)

De criminales y enfermos.

Después de un tiempo sin escribir por varios motivos, ayer no pude reprimir la necesidad de expresar la sensación de que nuestro mundo mental está compuesto de sombras sobre nosotros mismos. Esta evocación surgió a raíz de la lectura de una noticia que me puso la piel de gallina; me dejó muy mal cuerpo. Me asombró como algunas personas están tan alejados del «humano«- concepto que hoy en día por sus puntos positivos podría aplicarse más a otras especies animales que a la nuestra- , y cómo gestionamos, tratamos o, más bien, ignoramos lo que somos.

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En la mente del peor asesino

Una vez superada la primera impresión, y el shock que me habían provocado algunos detalles que crearon en mi mente imágenes dignas de la más cruel película de horror, empecé a pensar: «¿por qué?». Intenté colocarme en un punto de vista objetivo (lo máximo posible) para comprender un poco toda la situación.
Estoy convencido de que al leer aquellas líneas muchos pensarán: «que acaben con su vida, con la de los dos chavales«, o «que los encierren para el resto de sus días«. Algunos se llevarán las manos a la cabeza y otros dirán que no, que no hay enfermedad, que son «malos»; más de uno incluso creerá esa absurda banalidad del gen del mal que determina como algunos nacemos y crecemos para realizar actos crueles y viles.
Yo no voy a entrar en la condena que se merece; mi reflexión es otra: estas personas son enfermos. Esto no minimiza la gravedad de sus actos, pero no debemos enfocarlo desde la «justicia», que tanto confundimos con venganza. Hay que pensar que su cerebro es anómalo; no funciona bien.

En la naturaleza no existe el bien y el mal como tal, sino normas sociales impuestas,         -muchas influenciadas por la religión- , que todos debemos seguir para nuestra mejor supervivencia como especie y como individuo. Ahora pensemos: desde el punto de vista evolutivo ¿qué beneficio le aportan los actos a este asesino? Ninguno. Y no solo eso… sino que es una gran desventaja: amenazando su supervivencia y la perpetuación de sus genes. Con todo esto, lo que le haya llevado a cometer esos actos no es «por su bien«: es una anomalía, una enfermedad.

El asesino utiliza una lesión en el lóbulo temporal para rebajar su condena.

SOCIEDAD  FOTOS PIOZ  CEREBRO INFORME PERICIAL

Hoy en día la psicología, el estudio de la mente, sigue, como ya dijimos anteriormente, bajo la sombra de muchas religiones, teorías filosóficas o chacras espirituales, hablando de una dualidad mente/cuerpo que en realidad no existe: nuestro cerebro es un órgano, como lo es un riñón, corazón o pulmón. Si lo pensamos nos daremos cuenta que las anomalías en cualquier órgano suelen producir cambios más o menos evidentes de las funciones que desarrollan. Por ejemplo, anomalías en los pulmones provocan problemas respiratorios, en el corazón provocan problemas cardíacos y circulatorios… Y ¿de qué se encarga el cerebro? De todo, sí, pero a nivel externo y como especial diferenciador: de la conducta. Hablamos de procesos cognitivos, motivaciones, emociones… que se traducen en actos visibles en forma de conducta.

El tema es que hoy en día se habla de enfermedades mentales con ligereza, y solo cuando están diagnosticadas, cuando se les pone un nombre, -véase un síndrome  o una patología (Psicosis… Depresión…)- y provocan que la persona no pueda ser funcional. Y esta es la palabra clave: FUNCIONAL.

 

«El entrenador del equipo de fútbol de Torrejón de Ardoz (Madrid) donde jugaba dejó claro en su declaración que jamás reaccionó desproporcionadamente a ninguna entrada del rival, por ejemplo, y tampoco se molestó cuando fue relegado al equipo B.

Su compañera de piso lo retrató como un chico encantador: «Una persona muy tranquila, ninguna voz más alta que otra, ningún comportamiento agresivo, nada». Sí subrayó esta compañera, sin embargo, que Patrick parecía obsesionado con su tío, que hablaba mal de él -«mi tío es un hijo de puta»- y que lo sacaba a relucir continuamente. Ninguno de los testigos, en definitiva, describió rareza alguna en el comportamiento de Patrick.». 

(Fragmento de la noticia del periódico El Mundo).

Este chico, el asesino, parecía ser «funcional», ya sea en el equipo de fútbol o en otros ámbitos sociales, pero había demostrado conductas agresivas/violentas en otros entornos de forma anterior a este asesinato así de macabro.

Y aquí llega mi primera pregunta para el lector, mi primera reflexión:

¿Que una persona no tenga diagnosticada una enfermedad o problema mental quiere decir que es «sano» mentalmente?

 

Siguiendo esta dinámica. ¿Porque nos avergüenza decir que vamos al psicólogo?¿Qué pensamos inconscientemente cuando alguien nos dice que va a terapia?

Creemos, basándonos en nuestros actos, que una persona con depresión es vaga o tiene cuento, o creemos que se le ve bien porque no inferimos lo que esa persona lleva dentro, porque no está todo el día llorando por los rincones. Con esto quiero decir que no estoy hablando únicamente de casos extremos como el de la noticia, hablo en general.

 

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Cuando una persona sufre mentalmente, el sistema sanitario y la sociedad lo menosprecia o ignora excepto en el caso de que deje de ser «funcional». Nosotros aplicamos ese mismo filtro hacia nuestra persona y muchas veces no somos conscientes de los laberintos psicológicos en los que nos metemos. Así que lo más normal es que, enfermo o no, sufriendo o no, a una persona que sea «funcional» el sistema sanitario no lo considere merecedor de tratamiento, ya sea terapia o medicación… Es curioso que esto no pase en otros ámbitos como, por ejemplo, la traumatología. Solemos ir al medico ya sea por una gripe, o un simple esguince. ¿Qué pasaría si en estos ámbitos actuáramos igual que  en el plano mental? ¿Qué diríamos si empieza a morir gente por un resfriado convertido en pulmonía? Esta es mi segunda reflexión para el lector.

Es posible que nos alcemos con demasiada facilidad e ignorancia hablando del plano mental; es fácil hacerlo, ya que todos tenemos uno y creemos conocernos muy bien. Así juzgamos a los otros como si sintieran/pensaran lo mismo que nosotros. Quiero apuntar que esto no es empatía: la empatía reside en juzgar lo que otros sienten o piensan, no como si yo estuviera en su lugar, si no como piensa o siente alguien diferente en esa situación.

Lo que nos interesa es comprender qué pasaba por la cabeza de este chico «funcional» para no solo cometer un crimen tan atroz y antinatura, sino, jactarse de ello y sorprenderse a sí mismo frente a la carencia de emociones negativas.

«Mi cuchillo ya le estaba cortando toda la garganta a ella, tío. No te jode, los niños empiezan a gritar. Divertido que los niños ni corren. Sólo se quedaron agarrados»

Me gustaría que este caso se hubiera tratado con la seriedad que merece, no ahora que ya ha llegado a culminar su «obra», que se ha convertido en mediático, sino desde un primer inicio cuando se detectan o salen a relucir algunas conductas psicópatas, cuando apuñala a un profesor en su adolescencia. ¿Por qué se ha presentado un TAC ahora para reducir la pena? ¿Por qué no se hizo antes? Una prueba innecesaria, pues se sabe que existe una correlación positiva entre lo orgánico y lo conductual y está claro que su conducta es prueba suficiente para saber que, a nivel físico, se va a encontrar una anomalía.

Es evidente que es un enfermo, pero no sabemos como se ha formado esa anomalía, es absurdo compararlo con Phineas Gage, como se cita en el artículo; hay muchas personas con lesiones cerebrales y ninguna se comporta igual que la otra, es una perspectiva simplista y sesgada. Es más, es posible que esa anomalía ya existiera antes del traumatismo (me decanto por esto) y, para que reflexionemos sobre ello: las anomalías físicas modelan la conducta, así, como la conducta y el entorno, modela nuestra biología.

Llegados a esto ¿Se debe reducir la pena por dicho TAC y por ser un enfermo?¿Es en realidad un enfermo?

La respuesta, bajo mi opinión, no es que se deba reducir la pena, pero pensemos: ¿de qué nos sirve meterlo 20 o 30 años en una cárcel? ¿que no haga mas daño a otros? ¿de qué nos servirá para evitar actos como este en el futuro?

Pues no, no sirve de mucho encerrarlo en una cárcel 20 o 30 años, considerarlo rehabilitado y soltarlo. Este sujeto debe ser utilizado de forma experimental (siempre bajo el código ético de la experimentación en psicología), tratar, investigar sobre él y sobre su anomalía. Es un delincuente, sí, es un asesino, sí, pero también es un enfermo. Tendríamos que utilizarlo de forma que pudiéramos aprender suficiente sobre él, su enfermedad, sus motivaciones, su educación y sus emociones como para comprender mejor sus actos y, si es posible, llegar a curarlo y reinsertarlo.

Hay que tener en cuenta que las cárceles están llenas de delincuentes, que se les aleja de la sociedad, y que, posiblemente, vuelvan a ellas, tras haber sido considerado rehabilitados, sin realmente nunca llegar a entender por qué han actuado como lo hicieron, motivo por el que muchos vuelven a delinquir. En el mejor de los casos, reinsertados y por el miedo a volver a la cárcel, pueden controlar esos impulsos. Pero si encerrar a los psicópatas, asesinos o delincuentes sirviera para algo ¿por qué este no es el primer psicópata macabro?¿por qué no será el último?.

 

El padre de Marvin, Percival Henriques aún no se cree que su propio hijo haya podido colaborar en el brutal crimen. «Marvin es un niño dulce, muy amigo de sus amigos, todos saben que es educado, sensible, que le gustan los animales y los niños. Están intentando hacer un monstruo y sólo es un chaval que acaba de salir de la adolescencia«.

(Cita sacada de la noticia del periódico El Mundo).

 

Patrick.- Boy, abrir a alguien por la mitad da demasiado trabajo, mi hermano. Columna vertebral.

Marvin.– Me lo imagino, debe ser duro.

P.– Le di una cuchillada. Palada. Y he usado esas tijeras gigantes de partir las ramas y aún así no lo conseguí. He tenido que usar las manos.

M.– ¿Pero cómo lo has hecho?

P.– Empujar el cuerpo hacia arriba.

M.– Me quería imaginar la escena, tú llegando para matar, jajajaja.

P. – Nada, vine con dos pizzas. La dejé a ella mentir cuando se fue a lavar los platos.

M.– ¿Qué dijo ella? Has matado a los niños en ese momento.

P.– Nada. Mi cuchillo ya le estaba cortando toda la garganta a ella, tío. No te jode, los niños empiezan a gritar. Divertido que los niños ni corren. Sólo se quedaron agarrados.

M.– ¿A quién has acuchillado primero? ¿A la mujer?

P.– […] A la mujer. Después a la mayor, de tres años. Después al niño de un año.

M.– Ahhh.

P.– Me estoy sintiendo a bajo nivel, porque yo no tengo prejuicios.

M.– No sabía que eran tan pequeños.

P.– El niño de un año habla algunas palabras. Pero ahora no habla nada.

(Conversación de WhatsApp sacado de la noticia de El Mundo).

 

Viendo el resultado obtenido hasta la fecha por esa conducta tan simplista es posible que debamos empezar a considerar que algo se nos escapa, que juzgamos desde la emoción y que estamos estigmatizando las enfermedades o problemas mentales.

Si en lugar de hacer esto y ver a nuestros hijos, con claros indicios de psicopatía, como dulces adolescentes con cosas de niños, los viéramos como personas con un problema físico que necesita ser atajado, es posible que evitáramos ciertas situaciones.

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A alguno le parecerá que todo esto es un tema de recursos, bueno, no sé qué beneficio nos está reportando buscar vida en el espacio, u otro planeta habitable, no se cuanto dinero se está invirtiendo en eso, pero es posible que nos interese saber más sobre nosotros mismos y no necesitar otro planeta más que en el que ahora vivimos.